Chile es un país acostumbrado a convivir con la fuerza de la naturaleza. Terremotos, incendios, erupciones volcánicas y temporales forman parte de su historia y su paisaje. Sin embargo, esa experiencia no siempre garantiza una preparación adecuada.
Muchas familias aún reaccionan de forma improvisada ante una emergencia, sin un plan claro ni los elementos mínimos para enfrentar las primeras horas críticas. La partidos hoy en vivo se ha convertido en una distracción cotidiana para muchos, pero en medio de esa normalidad también es necesario pensar en lo esencial: cómo actuar cuando la rutina se interrumpe por un evento natural.
La ubicación del país, entre la Cordillera de los Andes y el Océano Pacífico, lo expone a una amplia variedad de fenómenos naturales. Las placas tectónicas activas generan frecuentes sismos; el clima seco del centro favorece los incendios forestales; y en el sur, los temporales pueden aislar comunidades por días.
Las emergencias naturales no siempre son predecibles, pero sí manejables si se adoptan medidas preventivas. Los organismos de protección civil recomiendan que cada familia diseñe su propio plan de emergencia y mantenga un kit básico con alimentos, agua y artículos de primeros auxilios. Sin embargo, en la práctica, muchas personas posponen esta preparación, pensando que “nunca les va a tocar”.
La experiencia de los grandes terremotos, como los de 2010 o 2015, demuestra lo contrario. Quienes contaban con un plan familiar y un suministro mínimo enfrentaron mejor los primeros días posteriores al evento.
El concepto de “72 horas” proviene de la observación de que, tras una emergencia grave, ese suele ser el tiempo necesario para que la ayuda organizada llegue a todos los afectados. Durante ese lapso, las familias deben ser autosuficientes.
Un checklist básico para el hogar chileno debería incluir:
Este listado no es rígido. Cada familia puede adaptarlo según sus necesidades, número de integrantes, edad de los niños o presencia de personas mayores.
El checklist es solo una parte de la preparación. También es necesario acordar un plan familiar claro. En una emergencia, la comunicación puede fallar y los miembros del hogar pueden quedar separados.
El plan debería contemplar:
Ensayar este plan al menos una vez al año ayuda a que cada integrante actúe con seguridad cuando ocurra un evento real.
Chile ha avanzado en educación sísmica, pero aún falta cultura preventiva ante otros tipos de desastres. En muchas comunidades, los incendios forestales o las inundaciones provocan más daño por falta de preparación que por su intensidad.
Las escuelas, juntas de vecinos y empresas tienen un papel importante en la difusión de prácticas seguras. Los simulacros, aunque breves, generan memoria y reducen la confusión en situaciones reales. La prevención también incluye el mantenimiento de las viviendas: revisar conexiones eléctricas, eliminar materiales inflamables y asegurar muebles o estanterías que puedan caer.
En los hogares rurales, es fundamental conocer las rutas de evacuación en caso de crecidas de ríos o erupciones. La coordinación con los municipios y los comités locales de emergencia mejora la respuesta colectiva.
El acceso a internet y la telefonía móvil han cambiado la forma en que las familias se informan durante una emergencia. Las aplicaciones meteorológicas y los avisos de alerta temprana permiten anticiparse a algunos eventos. Sin embargo, cuando la red se interrumpe, la comunicación tradicional vuelve a ser clave.
Las radios comunitarias siguen cumpliendo un papel esencial. Durante los cortes eléctricos o de señal, son la fuente más confiable de información. Mantener una radio a pilas en el kit familiar es una medida simple, pero eficaz.
También es recomendable acordar señales básicas entre vecinos, como banderas o mensajes visibles, para indicar si una vivienda necesita ayuda o si todos están a salvo.
Una emergencia no solo exige organización material, sino también fortaleza emocional. Las crisis generan miedo y confusión, especialmente en los niños. Hablar en familia sobre los riesgos y las medidas de seguridad reduce la ansiedad y mejora la respuesta ante un evento real.
La solidaridad también juega un papel importante. En comunidades donde los vecinos se conocen y colaboran, la recuperación es más rápida. Compartir agua, alimentos o información puede marcar la diferencia. La preparación individual no debe reemplazar la ayuda colectiva.
Superada la emergencia, comienza la etapa de recuperación. Este proceso puede durar semanas o meses, dependiendo del daño. Evaluar las pérdidas, restablecer los servicios y reconstruir el entorno requiere tiempo. Sin embargo, cada evento deja lecciones valiosas.
Revisar lo que funcionó y lo que no en el plan familiar permite mejorar la respuesta futura. Las emergencias naturales no se pueden evitar, pero sí se puede reducir su impacto. La preparación, más que una lista de objetos, es una actitud constante.
La preparación ante emergencias naturales: checklist esencial para familias chilenas no es una tarea exclusiva de los organismos de protección civil. Es una responsabilidad compartida que empieza en cada hogar. Tener un plan, conocer los riesgos locales y mantener un kit básico pueden marcar la diferencia entre la improvisación y la supervivencia.
Chile ha demostrado resiliencia frente a la naturaleza. Mantener esa capacidad requiere constancia y educación. Prepararse no significa vivir con miedo, sino reconocer que la prevención es una forma de cuidado hacia los demás y hacia uno mismo.